Rauda Aurora II.

Rauda pasaba sin freno, rauda, violenta, imperecedera, eficaz y brusca, así son los vientos.
Rauda pasaba la tierra, que al moverse dejó de sentir, raudos pasamos todos al final de cuentas, raudos como el soplo de la vida, rápidos como las pocas horas de luz lunar, azul, y calmada.
Rauda la gentil aurora decidió desprenderse del suelo y volar (aquí una lagrima!).
Rauda la aurora prefirió no contestar ni a súplicas ni a llamados, porque el sentido de la vida, esta y se encuentra solo en otra vida.
Raudo el amor pasó como el pasado que jamás pasa.
Rauda la aurora se dio cuenta que el crepúsculo se encuentra mas lejos que nada en la existencia del mundo, que ese mismo crepúsculo la obligaba a irse, que ese anochecer, no debía estar junto a ellas por las horas que la pequeña y rauda aurora tenía que crecer.
Circular es entonces el sentimiento, viciado, amargo, casi como vinagre, pero la rauda aurora fallece rápido, tan rápido como llegue el sol, y así vuelve a la cuna donde siempre debió estar, de donde nunca debió salir y claro, de donde se salió en busca de un crepúsculo que al final también murió pronto.
Las estaciones y horas nunca son las mismas, ni el sol, ni el atardecer, ni la aurora. Volver al comienzo llega a ser absurdo cuando el final siempre lo marcó todo. Volver al comienzo siempre es igual, o mejor dicho, nunca hay nada igual.
¡Rauda la escritora aprendió a odiar al crepúsculo que consigo trae a la más bella y amarga luna de viernes trece!
Rápido la Isis encuentra formas de volver a ser diosa y no esclava, por lo demás, veamos pasar la aurora.