lunes, 12 de enero de 2015

Son distintas perspectivas

¡Y es así!
Como el ejemplo del 6 o del 9, todo dependerá de dónde estés situado para que logres ver lo que el otro quiere que veas. Y optas por utilizar frases como: “Quisiera que te pongas en mi lado y desde aquí veas lo que me pasa”, pero qué ocurre cuando es imposible ponerse en el lugar otro, y no porque no quieras, o porque no estés dispuesto a ceder tu postura, sino porque simplemente el otro no te permite ver en que ángulo debes ponerte y sobre no te muestra qué quieres que veas.
En esos momentos, recuerdo el ensayo de la ceguera, todos ciegos buscando una paz y la única persona que podía ver, fingiendo estar ciega para no ser lastimada o agredida por los otros.
Difícil es ponerse en los zapatos del otro, cuando ni siquiera te dan esa opción.
Frustrante es intentar lograr que el otro se ponga en tu lugar, bien plantean que las relaciones personales no son más que un espejo, sí sientes que el otro no te entiende, de seguro él sentirá lo mismo.
Y es entonces, cuando la conversación deja de fluir, cuando ninguno de los 2 sabe hacia dónde dirigirse y lo que es aún peor, ambos terminan huyendo de ese punto divergente, terminan negándolo todo, volteando y tratando de ver el lado del cuadro más luminoso, más brillante.
Porque ambos están ciegos, incapaces de ver el otro punto y en ese momento todo se vuelve una paradoja, quién tiene razón, dónde inicia la discusión y lo que es patético si la discusión terminará.
Así como el cese al fuego que tanto nos vendieron, nos ilusionamos, pensamos que las FARC dejaron atrás el tema de los atentados, que darían una tregua para definir conceptos, libertades, espacios, etc. Y fue ahí precisamente, en una noche tranquila cuando todo volvió al inicio, porque no fueron capaces de ver el otro lado de la moneda.
¡Ciegos!
Triste que en un mundo donde queremos ver más, conocer más, interpretar más, estemos tan ciegos, tan llenos de nosotros que ni siquiera regresemos a ver las perspectivas del otro.
Triste que seamos capaces de sacarle el ojo al otro para que vea nuestro lado.
Triste no encontrarse en un punto medio, donde ambos podamos ver ese camino que diverge y entonces, ¡simple! Entender que ese 6 también es un 9.