EGO

Encontróse la mujer aire, serpiente, serpentina, bailando al rededor de la luz blanca de la luna como buena bruja que sabía que era.
Danzaban sus caderas con movimientos estruendosos, amándose a sí misma como a nadie en el mundo.
Amor verdadero.

A grandes distancias escuchóse ella, la digna amada, amante, perversa, pervertida, la incómoda locomotora que desde hace ya siglos no transitaba, sin embargo, la escuchó.
Se sabe, de ante mano, que las personas que no piensan, suelen escuchar más y mejor, se sabe que observan, no solo ven; y se sabe que besan con mayor pasión que alguien que pensara.

Espalda, punto débil.
El olor de la misma, saturado, denso, sulfuro.
Mujer de parajes altos, de sierras vírgenes, mujer de alta envergadura.
Para que más.

¿Qué le pasa a la mujer bruja?
Sabe amargo. Sabe a hierro, sabe a lodo.
Calma.
Movimientos bajos, de un bajito rojo bombilla eléctrica.
Ego. Ego, Y más ego.

Cuestionaba muy a menudo, en dónde queda el deseo.
Dónde queda lo bello sino en sí misma, y en el sendero eterno donde se encuentra la soledad, el silencio, el amor a lo anormal.
Seguía girando mientras sucumbía su cuerpo en una catarsis ingeniosa ante dicha danza.

Algo se mueve, ella se mueve, todo se mueve. Se agota. Desmaya. Amanece. Muere…


Por que estando fuera de foco, se logra descentrar lo inválido de la memoria, la memorística, claro.