La Señorita Drama.

Después de lo de ayer, no hay más.
Ya para que sonrío si se que no hay más.
-mencionaba la señorita drama-
No puedo creer, que en un día la luz del sol brille lo necesario, no queme mi piel ni dañe mis ojos, el viento sea calmo, sedoso, la luna fue perfecta con tonalidades rojas, la vida tenía un delicado olor a madera de manzano, la noche fue larga, clara, y mi sueño apacible, fresco, perfecto.
Amaneció entonces con lo tormentoso del bullicio interno, demonios desatados, incomodidad a pesar de una plácida noche, la cara cansada, las manos dormidas, profundamente torpes, sentía que envejecía cada segundo y cargaba en la espalda con todo el peso de la soledad que se siente al no encontrar consuelo, así empezó mi día y empeoró en la tarde, dolores corporales, mirada apagada, un profundo presentimiento de un futuro negativo me consumía.
La señorita drama no se equivoco, la tarde no fue apacible, se llenó de nubes el cielo, nubes de grises colores, nubes de malas formas de olores pútridos de más y mayor concentración.
La señorita drama decidió volver a casa, desatar sus zapatos, y del miedo que solo se siente cuando uno ve a la parca, se murió.
En realidad no era nada que tuviera importancia, solo su muy dramática casi patética forma de ser.

(A mí, por mi drama en dos días por lo de la ida a Bunbury!)